El corazón es nuestro centro de emociones, pensamientos, intuiciones, actitudes... es lo que nos mueve a actuar en esos 5 segundos después de que nos pasa algo. Y como hemos visto en estos días, Dios quiere que el corazón lo tengamos dirigido por Él. Tenemos que ponerle riendas a nuestro corazón para que no "se nos salga" una mala reacción, o que perdamos el control, sino que siempre actuemos basados en Su voluntad.
Últimamente, los científicos han hecho estudios del corazón donde han descubierto que cuando hablamos del corazón, no necesariamente es en forma figurativa o romántica. El corazón realmente afecta a nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestras hormonas, y cómo reaccionamos en circunstancias de nuestra vida. Tiene una función más allá que sólo ser el órgano que "bombea la sangre". Como la mente, nuestro corazón nos mueve a actuar. Es decir que cuando Dios habla de nuestro corazón, lo hace tanto literalmente como figurativamente. Increíble, ¿cierto?
Circuncidad, pues, vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz. Deuteronomio 10:16
Este versículo no quiere decir que literalmente debemos circuncidar nuestro corazón. Pero sí quiere decir que nos quitemos todo lo que nos hace reaccionar mal. Actuemos en perfección, como lo haría Jesús. Poniendo la otra mejilla en vez de devolver un puñetazo, porque la persona "se lo merecía". Muramos a nosotros mismos, aunque tome tiempo y sea una cosa a la vez, la meta es purificar nuestros corazones, cuidando de amar a Dios con obediencia, en todas las circunstancias.
Les digo la verdad, quedé sorprendida al hacer este estudio y ver lo muy conectados que están el corazón con los mandamientos de Dios. Mi motivo por hacer este estudio era entender mejor cómo controlar mis emociones, en vez de ser controlada por ellos. Lo que descubrí, es que es tan simple como obedecer a Dios. Aunque no es fácil, es simple.
Noté que en casi todos los versículos que habla del corazón, también habla de los mandamientos de Dios. Por lo tanto, si queremos amar y honrar a Dios con todo nuestro corazón - haciendo que nuestra voluntad sea la voluntad de Dios - debemos obedecer su ley.
Ser limpio de corazón, es algo interno. No es algo que podemos aparentar ser, o que podamos dejar de hacer cuando nos conviene. Dios conoce nuestro corazón (Jer. 17:10), Él es el que prueba si estamos circuncidados, limpios, y si hemos decidido a cambiar por amor.
Y aunque a veces nos cueste ser limpios de corazón, Él murió para que podamos ser santificados, su sangre nos purifica y nos da vida. Es gracias a su sangre que podemos circuncidar nuestro corazón. Gracias a Dios, no se basa tanto en nuestras obras como en su gracia, pero no quiere decir que no debamos de procurar ser perfectos como Él es perfecto (Mateo 5:48); sino que todo lo contrario, por amor, honra y temor a Él debemos purificarnos, limpiarnos, y obedecerle (2 Cor. 7:1).
Romanos 2:25-29
Efesios 2:11-16
Escoge, pues, la vida para que vivas, amando al Señor tu Dios,
porque eso es tu vida y la largura de tus días.
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