octubre 05, 2015

Guía a Tu Corazón - Día 5



El corazón es nuestro centro de emociones, pensamientos, intuiciones, actitudes... es lo que nos mueve a actuar en esos 5 segundos después de que nos pasa algo. Y como hemos visto en estos días, Dios quiere que el corazón lo tengamos dirigido por Él. Tenemos que ponerle riendas a nuestro corazón para que no "se nos salga" una mala reacción, o que perdamos el control, sino que siempre actuemos basados en Su voluntad. 

Últimamente, los científicos han hecho estudios del corazón donde han descubierto que cuando hablamos del corazón, no necesariamente es en forma figurativa o romántica. El corazón realmente afecta a nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestras hormonas, y cómo reaccionamos en circunstancias de nuestra vida. Tiene una función más allá que sólo ser el órgano que "bombea la sangre". Como la mente, nuestro corazón nos mueve a actuar. Es decir que cuando Dios habla de nuestro corazón, lo hace tanto literalmente como figurativamente. Increíble, ¿cierto? 

Ahora, el versículo que veremos hoy sí es un tanto más figurativo...
Circuncidad, pues, vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz. Deuteronomio 10:16

Este versículo no quiere decir que literalmente debemos circuncidar nuestro corazón. Pero sí quiere decir que nos quitemos todo lo que nos hace reaccionar mal. Actuemos en perfección, como lo haría Jesús. Poniendo la otra mejilla en vez de devolver un puñetazo, porque la persona "se lo merecía". Muramos a nosotros mismos, aunque tome tiempo y sea una cosa a la vez, la meta es purificar nuestros corazones, cuidando de amar a Dios con obediencia, en todas las circunstancias. 

Les digo la verdad, quedé sorprendida al hacer este estudio y ver lo muy conectados que están el corazón con los mandamientos de Dios. Mi motivo por hacer este estudio era entender mejor cómo controlar mis emociones, en vez de ser controlada por ellos. Lo que descubrí, es que es tan simple como obedecer a Dios. Aunque no es fácil, es simple. 

Noté que en casi todos los versículos que habla del corazón, también habla de los mandamientos de Dios. Por lo tanto, si queremos amar y honrar a Dios con todo nuestro corazón - haciendo que nuestra voluntad sea la voluntad de Dios - debemos obedecer su ley. 

Ser limpio de corazón, es algo interno. No es algo que podemos aparentar ser, o que podamos dejar de hacer cuando nos conviene. Dios conoce nuestro corazón (Jer. 17:10), Él es el que prueba si estamos circuncidados, limpios, y si hemos decidido a cambiar por amor. 

Y aunque a veces nos cueste ser limpios de corazón, Él murió para que podamos ser santificados, su sangre nos purifica y nos da vida. Es gracias a su sangre que podemos circuncidar nuestro corazón. Gracias a Dios, no se basa tanto en nuestras obras como en su gracia, pero no quiere decir que no debamos de procurar ser perfectos como Él es perfecto (Mateo 5:48); sino que todo lo contrario, por amor, honra y temor a Él debemos purificarnos, limpiarnos, y obedecerle (2 Cor. 7:1).   

Pues ciertamente la circuncisión es de valor si tú practicas la ley, pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión se ha vuelto incircuncisión. Por tanto, si el incircunciso cumple los requisitos de la ley, ¿no se considerará su incircuncisión como circuncisión? Y si el que es físicamente incircunciso guarda la ley, ¿no te juzgará a ti, que aunque tienes la letra de la ley y eres circuncidado, eres transgresor de la ley? Porque no es judío el que lo es exteriormente, ni la circuncisión es la externa, en la carne; sino que es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, por el Espíritu, no por la letra; la alabanza del cual no procede de los hombres, sino de Dios.
Romanos 2:25-29

Recordad, pues, que en otro tiempo vosotros los gentiles en la carne, llamados incircuncisión por la tal llamada circuncisión, hecha por manos en la carne, recordad que en ese tiempo estabais separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza, y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne la enemistad, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad.
Efesios 2:11-16


Escoge, pues, la vida para que vivas, amando al Señor tu Dios, 
escuchando su voz y allegándote a El; 
porque eso es tu vida y la largura de tus días.

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