octubre 02, 2015

Guía a Tu Corazón - Día 4



"Y te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos" Deuteronomio 8:2

Muchas veces, en nuestra vidas pasamos por momentos que podríamos llamar "nuestros desiertos". Estos son los momentos más difíciles de nuestras vidas. Son los momentos que sacan lo peor de uno... el enojo, la depresión, la falta de fe, el miedo... Los que hemos pasado por estos desiertos los reconocemos muy fácilmente. Pero cuando los estamos pasando, es difícil entenderlo.

Si lo han pasado, saben de lo que estoy hablando. Si no lo han pasado, probablemente lo sabrán en algún momento (y le pido a Dios que les dé gracia para pasarlo).

Ahora, nuestras reacciones pudieron haber sido diferentes. Pero hay algo, que me atrevería a decir todos nos hemos preguntado: ¿por qué?...

Deuteronomio 8:2 explica que Dios nos hace pasar por desiertos para afligirnos, probarnos y saber qué hay en nuestro corazón. Pero parece contradictorio pues si hay alguien que conoce a todos los corazones, es Dios. Ni siquiera nosotros mismos nos conocemos como Él nos conoce (Jer. 17:9-10; Jn. 2:25). Entonces, ¡¿por qué nos hace esto?!

Porque nosotros nos tenemos que conocer a nosotros mismos. YO necesito saber qué hay en mi corazón. El desierto nos pone un espejo enfrente y nos muestra lo sucios, despeinados, desarreglados y feos que nos vemos al tener pecado. Pero el desierto sólo lo muestra. Depende de nosotros si nos queremos peinar y arreglar y limpiar nuestro corazón. Pues sólo así podemos estar delante de la presencia del Rey de reyes; o si preferimos no limpiarnos, podemos parecer vagabundos y quedarnos en los rincones obscuros y olvidados de la cuidad, lejos del Rey. 

Al final, lo que Dios busca de nosotros es que guardemos sus mandamientos para tener un corazón limpio. Y lo más fácil y lo que más nos ayuda a pasar estos desiertos en paz, es limpiándonos día a día. Así como nos bañamos todos los días, "bañemos" a nuestro corazón; quitándole las impurezas, y llenándolo de vida y obediencia a Dios. Así nos va a ir bien.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario